Visitará Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur mientras Francisco sueña con un futuro desplazamiento a China
GIAN GUIDO VECCHICorriere della Sera / EL MUNDO Yakarta Corriere della Sera / EL MUNDOYakarta
Miércoles, 4 septiembre 2024 – 01:49
Cielos nublados, una niebla húmeda y gris que se espesa sobre la megalópolis de 11 millones de habitantes, los rascacielos se desvanecen en la niebla tóxica. El tiempo no es ideal, pero al Papa no le importa. «Gracias por su compañía, creo que este es el viaje más largo que he hecho nunca», sonríe en el avión que le ha llevado este martes hasta Yakarta.
Saludó uno a uno a los periodistas, recorriendo los pasillos entre los asientos apoyado en su bastón, con aire sereno, bromeando y emocionado cuando un reportero le entregó un regalo de la ONG Mediterranea Saving Humans, una de las antorchas que utilizan los náufragos migrantes: «Esto me importa».
El 45º viaje internacional de Francisco será también el más largo. El vuelo de 13 horas de ayer es sólo el comienzo de un periplo de 12 días por Asia y Oceanía, 32.814 kilómetros y siete aviones entre Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur, hasta el 13 de septiembre.
Y pensar que hace un año, a su regreso de Mongolia y en vísperas de su último viaje a Marsella, dijo que viajar ahora para él «no es tan fácil como al principio, hay limitaciones para caminar, pero vamos a ver», y bromeó sobre una posible visita a Vietnam: «Si no voy yo, irá Juan XXIV». Bergoglio cumplirá 88 años en diciembre, pero no tiene intención de bajar el ritmo, a pesar de las bronquitis, la silla de ruedas o el bastón, los achaques de la vejez, los cuatro husos horarios que atravesará y los picos de humedad del sudeste asiático.
La agenda es apretada, pero incluirá momentos de descanso. Nada más aterrizar, Francisco se dirigió a la Nunciatura Apostólica, donde este martes descansó para reponerse del jet lag. El miércoles comienzan los encuentros con las autoridades y las primeras citas públicas. Sin embargo, ya tras su llegada encontró tiempo para recibir a un grupo de refugiados acogidos por el Servicio Jesuita a Refugiados, niños huérfanos criados por monjas dominicas y ancianos, migrantes y personas sin hogar acompañados por la Comunidad de San Egidio. La salud del Pontífice, como siempre, será controlada por un médico y dos enfermeras, además de su asistente sanitario personal.
Al fin y al cabo, se trata de un viaje que Francisco deseaba realizar tenazmente, previsto en 2020 y cancelado a causa de la pandemia, una etapa más de un viaje marcado por la convicción que reveló desde el principio de su pontificado: «Asia es el futuro de la Iglesia». Ciertamente, los temas que desplegará en los 16 discursos previstos son numerosos, casi un epítome de su pontificado: la paz, el diálogo entre religiones y en particular con el Islam, el cambio climático y la subida de los océanos, el desarrollo incontrolado de la economía en detrimento de los más pobres, la atención a las «periferias geográficas y existenciales» y las pequeñas comunidades católicas en constante crecimiento, la acogida de migrantes y refugiados o la pederastia en el clero.
Pero en un viaje que termina en Singapur, donde tres cuartas partes de la población es de etnia china, en el fondo está el gran sueño de Bergoglio: visitar China, el Reino del Medio en el que logró entrar su hermano Matteo Ricci hace cuatro siglos, la tierra prometida de los misioneros jesuitas. El diálogo con Pekín es la prioridad de Francisco y ha avanzado desde el primer e histórico acuerdo provisional sobre el nombramiento de obispos firmado en 2018 y desde entonces renovado cada dos años, en 2020 y 2022: en octubre se prorrogará por tercera vez. Mientras tanto, dos obispos de la República Popular China asistieron al sínodo del año pasado y se les espera también en la asamblea del próximo otoño. El cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Papa, explicó que la Santa Sede espera tener una «presencia estable en China», si no todavía una representación formal, sí un primer paso para recomponer la ruptura diplomática de 1951, tras la revolución de Mao, cuando el nuncio Antonio Riberi fue expulsado del país. Así pues, Francisco prosigue ahora su gira por China, iniciada hace 10 años en Corea y continuada con viajes a Sri Lanka, Filipinas, Myanmar, Bangladesh, Tailandia, Japón, Kazajistán y Mongolia.
Indonesia es el mayor archipiélago del mundo, con 17.504 islas diseminadas en el océano a ambos lados del ecuador, y al mismo tiempo el más poblado de los países de mayoría musulmana, una religión que profesa el 87% de los 275 millones de indonesios. Los católicos son el 3%.
El cambio climático, la protección del medio ambiente contra el robo de los recursos naturales y la paz estarán por tanto en el centro de las reflexiones de Francisco desde la primera etapa hasta el viernes.
Además de los encuentros con las autoridades y la comunidad cristiana, muy esperada es la visita del Papa mañana jueves a la mezquita Istiqlal de Yakarta, la más grande del sudeste asiático, diseñada en 1954 por un arquitecto cristiano y desde 2019 conectada a la catedral de la Asunción por un túnel de la amistad: casi el símbolo de un país que ha sabido garantizar el pluralismo religioso a pesar de las recurrentes amenazas de los radicales islamistas.
fotoportada -El Papa Francisco es recibido este martes en el aeropuerto de Soekarno-Hatta, en las afueras de Yakarta (Indonesia).BAGUS INDAHONOEFE
fuente-elmundoes